
Los productores esperan recibir el reconocimiento con Identidad Geográfica por parte del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) para blindar la autenticidad del producto
En San Sebastián Villanueva, una pequeña comunidad del municipio de Acatzingo, la vida gira alrededor de la tuna. Durante años, el fruto espinoso fue relegado; sin embargo, en la última década la percepción ha cambiado. La tuna rojo vigor ha modificado el panorama al convertirse en la carta fuerte de la región. Hoy, los productores esperan un paso decisivo: recibir el reconocimiento de Identidad Geográfica por parte del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) para blindar la autenticidad del producto, expandir la venta a nuevos mercados internacionales y, principalmente, dignificar el cultivo que por año fue minimizado.
La tuna rojo vigor forma parte del paisaje de Villanueva por méritos propios. La necesidad de volver atractivo el fruto tradicional y no desperdiciar la cosecha obligó a los productores a diversificarse y apostar por nuevos colores. De este modo, aproximadamente a inicios de los años dos mil, la comunidad apostó por esta variante.
A diferencia de la tuna verde, este fruto tiene un calendario amplio y escalonado de cosecha que permite hasta tres floraciones al año. La primera, considerada “de invierno”, se da entre enero y marzo; la floración principal ocurre de abril a agosto, y una última cosecha menor se registra entre octubre y diciembre.