
Su experiencia, biología, memoria y afecto se combinan para hacer platillos insuperables.
No hay reunión familiar que no tenga como protagonista la cocina de la abuela. Un mole de olla humeante, un pan recién salido del horno o unas , su comida siempre sabe mejor, incluso cuando la receta parece sencilla. Pero detrás de esa percepción hay más que cariño: la biología, la memoria y la cultura también juegan un papel importante. Es así como las comidas tradicionales son mucho más que una receta heredada: representan memoria, identidad y comunidad.

Como señala un estudio de la Universidad Nacional de Colombia de Jaminson Andrés Tapia Barrera, la permanencia de estas preparaciones en la dieta cotidiana no es casualidad, sino el resultado del compromiso de generaciones de cocineros y comensales que valoran tanto sus sabores como los significados invisibles que transmiten.
Su conocimiento se fue forjando con la práctica diaria y la transmisión de saberes de generación en generación. / Foto: Cuartoscuro
«En cada plato se entrelazan historias familiares, costumbres locales y conocimientos transmitidos de boca en boca, que logran mantener viva una parte esencial de la cultura», señala Tapia en su investigación.
La experiencia como sazón heredado
Las abuelas no aprendieron a cocinar de un día para otro. Su conocimiento se fue forjando con la práctica diaria y la transmisión de saberes de generación en generación. Décadas ajustando sal “al tanteo”, midiendo puñitos de harina con la palma de la mano o saboreando un caldo hasta dar con el punto exacto de sazón construyen una memoria culinaria difícil de igualar.
Esa experiencia acumulada es, en realidad, un archivo viviente de la tradición gastronómica familiar. Cada platillo es resultado de lo que aprendieron de sus madres y abuelas, al que han ido sumando toques propios. El resultado es una cocina profundamente personal, pero también compartida: la gastronomía de la memoria, esa que moldea los primeros recuerdos gustativos de los nietos y da forma a lo que entendemos por “comida casera”.
El papel de los sentidos en la cocina de la abuela
El paso del tiempo no solo trae experiencia, también cambios físicos. Con la edad, el gusto y el olfato tienden a disminuir, un fenómeno conocido como presbifagia. Esto podría sugerir que los adultos mayores perciben los alimentos con menor intensidad, pero aquí surge la paradoja: aunque sus sentidos cambian, la comida de las abuelas no pierde riqueza, e incluso se percibe más sabrosa.